Comentario
Capítulo 37
De cómo de noche abrían los caminos del agua que de día los cerravan los españoles
Los españoles y sus amigos cegavan de día las acequias para pasar a donde estavan los enemigos. Y todo lo que cegavan de día, los enemigos mexicanos lo tornavan de noche abrir y çanjar. En esto entendieron algunos días, y por esto se dilató la victoria por muchos días. Los españoles y los tlaxcaltecas combatían por tierra, unos por la parte que se dize Yacalco, y otros por la parte que se dize Tliloacan, y otros por la parte que se dize Atezcapan. Y de la parte del agua peleavan los de Xuchimilco y los de Cuitláoac y los de Mízquic y los de Coloacan y los de Itztapalapan. Y los tlatilulcanos del barrio de Atliceuhyan y los del barrio de Ayácac resistían por el agua; no descansavan en la pelea. Eran tan espesas las saetas y los dardos que todo el aire parecia amarillo. Y los capitanes de los mexicanos, uno que se llamava Xiuhcozcatzin, y otro se llamava Cuacuauhtzin, y otro se llamava Tecpanécatl, y otro se llamava Tecpanécatl, y otro se llamava Uizitzi, y otro se llamava Itzcuintzin, éstos todos eran del barrio de Yacacolco. Todos éstos defendían las entradas porque no entrasen donde estava recogida la gente, mugeres y niños, y peleando con gran perseverancia hizieron retraer a los ya dichos de la parte de otra acequia que se llama Amáxac.
Otra vez acometieron los españoles y lle[g]aron a un lugar que se llama Ayácac, donde estava una casa grande que se llamava telpuchcalli. Posieron fuego a la casa. Y un vergatín de los españoles [entró] por el barrio que se llama Atliceuhyan con muchas canoas que les siguieron de los amigos. Y un capitán que se llamava Coyoueuetzin, mexicano, que traía unas armas vestidas, la mitad de ellas era una águila y la otra mitad de un tigre, vino en una canoa de hazia la parte que se llama Tolmayecan, y seguíanle muchas canoas con gente armada. Luego començó a dar vozes a los suyos que començasen a pelear, y luego començaron la pelea, y los españoles se retruxeron, y este capitán con los suyos los siguían. Y retruxéronse hazia un lugar que se llama Atliceuhía; también los vergantines se retruxeron hazia la laguna. De este alcance morieron muchos xochimilcanos.
Otra vez tornaron los españoles; encerráronse en un cu que se llama mumuztli. Y otra vez bolvieron tras los españoles hasta donde estava telpuchcalli, que llaman Atliceuhyan. Bolvieron otra vez los españoles tras los indios con Coyoueuetzin en el acequia. Rebolvió un capitán mexicano que se llamava Itzpapalotzin, otomí; hizo retraer a los españoles a los vergantines. Entonce cesó la batalla, y los del pueblo de Cuitláoac, pensando que su señor, que se llamava Mayeoatzin, quedava muerto con los demás, enojáronse mucho contra los mexicanos entre los cuales estava [su] señor. Dixeron: "¿Por qué havéis muerto a nuestro señor?" Y su señor, que estava vivo, como supo que sus basallos estavan enojados, habló al capitán Coyoueuetzin, y díxole: "Señor hermano, bus[ca] a una de sus soldados valientes que tenía recia voz." Y Coyoueuetzin llamó a un capitán que se llamava Tlamayócatl, y el señor de Cuitláoac díxole: "Ve y di a mis basallos que yo te embío para que les digas que estoy vivo, y que mire acá, y verme han." Como aquel capitán habló a los de Cuitláoac y les dixo lo que les havía mandado el señor Mayehoatzin, ellos no quisieron creerle, mas dixeron que le havían muerto y que no era verdad lo que les dezían. Y el otro respondió: "No es muerto como pensáis. Mirad y verléis adonde está vivo, que allí se puso para que le veáis." Y habló el señor de Cuitláoac, y dixo: "Mirad, que no me perdáis nada de mis atavíos y joyas y armas, que vivo estoy." Como dixo estas palabras el señor de Cuitláoac, luego los indios amigos de los españoles començaron a dar grita y a pelear contra los mexicanos, y metiéronlos hasta dentro del tiánquiz, adonde se vende el copal, y allí pelearon gran rato.
Otra vez entraron en consejo nuestros enemigos para acometernos y destruirnos, en especial los otomíes de Tlaxcalla y otros capitanes muchos, y determinaron de, entrar por una calle que estava junto donde es agora Sanct Martín. Y la calle iva derecho a una casa de un pilli tlatilulcano, que se llamava Tlacatzin. Y luego los salieron al encuentro los del Tlatilulco, un capitán que se llamava Tlappanécatl, que iva delante; pero los que ivan con él arrojáronse sobre los enemigos con gran furia y tomáronles al capitán que llevavan preso, que se llamava Tlappanécatl; pero escapó con una herida en una pierna. Y cesó la guerra por entonce.